sábado, 11 de diciembre de 2010

Dentro de la tormenta de las letras



Recuerdo el primer libro que leí, era hecho de plástico para que de una forma práctica pudiera acompañarme en mi pequeña tina (una cubeta en realidad) y enseñarme con dibujos como se decía pato en ingles.

Después de este llegaron a mis manos muchos otros libros, al principio versiones infantiles de grandes obras literarias como Don Quijote de la Mancha para abrirle camino a Dickens, Daniel Dafoe, Julio Verne, Oscar Wilde y muchos otros, abrieron lo senderos para una invasión de mundos y personajes fantásticos dentro de mi imaginario, derrotaron con voraz determinación y triunfaron. Me cautivaron hasta el punto de pensar que esos mundos valía mucho mas la pena que el exterior, cosa que resultó contraproducente en años posteriores.

En el momento en que mi cuerpo empezó a cambiar y los químicos que producía nublaron todo mi juicio, me dejé guiar por el histrionismo que había aprendido en estas obras. Quería convertir mi vida en una novela, en donde el personaje principal vivía tórridos romances, tragedias y excesos que desencadenaban un desenlace casi fatal en donde la moraleja quedaba implícita, aun sin el conocimiento de la anti-heroína. Aunque no puedo negar que resultaba entretenido y hasta confuso, ahora que lo veo desde otra perspectiva, muchas veces me rió de este personaje que creé porque resulta exagerado y en otras quiero ocultar mi rostro de la vergüenza de pensar que si, en efecto fui yo en una versión melodramática. Ese personaje se encuentra archivado en mi mente y osa en escaparse del cajón de vez en cuando, ingeniándoselas para abrir las cerraduras.

Con el tiempo así como con las experiencias que van intercediendo, al menos en mi caso, uno aprende a reírse más y a sufrir menos.

Si algo se debe de tener en cuenta con los deseos de los intrépidos defensores de las letras de combatir con la aterradora cifra de 1.5 en índice de lectura en el mexicano promedio, es dejar de ver el conocimiento como un status intelectual y empezarlo a ver como un placer. Debo de confesar que soy de lo más torpe para las conversaciones superficiales, no hay nada que me cause más placer que intercambiar ideas con otra mente en donde se pueda notar emoción por lo que esta platicando, cualquiera que sea el tema. Me desespera terriblemente cuando me encuentro con palabras necias que no están dispuestas a escuchar, no se trata de convencer sino de compartir.

No existe una obligación a leer, es válido que no te guste, pero no el discriminar si ni siquiera lo haz intentado. Como yo lo veo el amor a la lectura nace cuando encuentras esas palabras e historias que expresan lo que tu no tenías como explicar en tus propias palabras, estos autores interceden como moderadores entre la emoción y la realidad personal.

Si hay algo fundamental dentro de todo lo que se tienen que aprender en la vida, es el conocerse a uno mismo, estas letras no necesariamente tienen que ser novelas se pueden abarcar una infinidad de temas, son el transporte al imaginarium y a la aventura metafísica, llega hasta un desenlace guiado por las experiencias que se van generando, a partir de este conocimiento. Es importante resaltar como se puede aplicar a la vida práctica, de nada sirve la teoría si no se practica.

"Si no puedes leer con placer no puedes leer con beneficio."

Thomas Hardy







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